Hace poco tiempo relativamente, descubrí que tengo una extraña afinidad con el té de jazmín.
Yo ignoraba totalmente su existencia (como muchas de las
cosas que ignoro en la vida), hasta que, por azares del destino, fui victima
del covid y sus secuelas me afectaron con una tos feroz, abominable y sonora en
demasía.
Recuerdo que era una noche fría, el fin de semana estaba
comenzando y decidí retirar el “NO” que siempre tengo predeterminado a casi
cualquier propuesta de diversión, esto debido a que recibidí una atractiva
invitación para salir a cenar, por lo cual decidí aceptar, impulsado por un
apetito sexual casi incontrolable que me causaba esta mujer en específico.
¿por qué siento esa atracción hacia ella?
Eso es parte de otra historia.
Me encontré con Paola en un conocido restaurante de comida
oriental, la tos no dejaba de molestarme, yo daba por cancelada la segunda
parte de esta cita, pero con el fin de aplacar la furia de mi garganta, me pedí
un té de jazmín, simplemente porque el nombre me pareció curioso.
Cuando trajeron la tetera me serví y recargué la tetera una
y otra vez, el sabor era una delicia, el ritual de servirse con cuidado y
delicadeza, me pareció agradable, tradicional, me sentí por momentos, como el
típico anciano chino de las películas de acción (y mi acción aparentemente
estaba por venir)
Mágicamente, los síntomas de la tos se retiraron, y podía
conversar con Paola sin problemas.
El té de jazmin lo había logrado, me había curado, no
importa si era solo por unas horas, yo solo quería poder conversar sin cortes
abruptos, y se logró. Podía sacarle risas a Paola una y otra vez.
La noche continuó, yo no paraba de recargar la tetera del
té, y Paola iba bebiendo unos 03 o 04 tragos de la carta, Paola es una bebedora
empedernida, una espartana, una guerrera. Se podría tomar 10 tragos durante la
conversación y se mantendría lúcida, prácticamente invulnerable a los efectos
del alcohol, mujeres con ese talento, conozco pocas.
La etapa de conversación de la noche se estaba acercando al
final, el restaurante empezaba a quedar vacío, pronto nos invitarían a
retirarnos, felizmente, estratégicamente, diría que inclusive premeditadamente,
el restaurante quedaba a unos pocos metros de mi casa (en aquel tiempo, un
cuarto), por supuesto invité a Paola para pasar una noche tranquila,
disfrutando de películas, por supuesto ella sabía que esta invitación tenía
intenciones netamente carnales, por lo que ella aceptó sin rodeos.
Previamente me había dado las señales necesarias para lanzar
la invitación, aquellas indirectas, que, si captas inteligentemente, te
ayudarán a entender lo que quiere tu acompañante, o almenos lo que tú crees que
quiere.
Llegamos al lugar, ella estaba impresionada por la capacidad
que tengo para vivir en el desorden, lo primero que hizo fue ordenar mi
habitación, yo por supuesto, no puse objeciones, seguimos conversando, nos
acostamos para ver las películas, y minutos después dejamos de poner atención a
la televisión, para prestarle a nuestros cuerpos la atención mutua que estaban
solicitando. Yo no podía contenerme, ella encendía cada centímetro de mis
hormonas calenturientas, ahora que ha pasado un largo tiempo, diría que sus
besos fueron los culpables.
Ya nos habíamos besado antes, pero esa noche sentí sus
labios perfectos, inclusive en temperatura, la sensación era inigualable,
sentía que podría besarla años enteros sin detenerme, moría de ganas por
sumergirme en su cuerpo, haciéndole el amor con pasión desmedida, sin embargo,
contrario a lo que pueden estar pensando, ese momento no llegó.
Cuando estábamos a punto de llegar al momento cúspide de la
noche, Paola me confesó que recientemente había decidido llegar a esos niveles
de pasión carnal, únicamente con quien llegara a ser su pareja, su amante
formal, su enamorado, y aunque somos muy amigos, yo no era ese amante formal,
yo era un amante intermitente, que aparece y desaparece por mucho tiempo.
Aunque parezca difícil de creer, mi reacción en ese momento
fue muy tranquila, muy calmada, si una mujer no está segura de concretar el acto
sexual, yo simplemente no puedo continuar, soy un caballero al 100% en ese
sentido. Inmediatamente me detuve, no había ningún problema, la noche podía
continuar viendo Stranger Things o algo parecido.
Sin embargo, Paola no quería parar de besarme, y yo tampoco
a ella, por eso le dije que si no podíamos envolvernos por completo en una
noche de pasión, almenos me permitiera besarla y recorrer su cuerpo con mis
manos que tenían hambre de ella, ganas de ella. Yo estaba feliz, sus besos me
ponían feliz, no habría sexo, pero había besos, y sus besos eran adictivos.
Todo gracias al té de jazmín.